El Blog de Emilio Matei

jueves, 5 de julio de 2012

Qué hacer con Lanata

El gato en el inodoro

Este muchacho. Qué hacer con él. Que es un tipo brillante, no cabe duda. Pero cómo fue que se dio vuelta de ese modo.

Hay que recordar que el espacio que ocupó y que dio fama al joven  emprendedor Lanata no pudo ser ocupado por Rodolfo Walsh, porque estaba muerto, o por Eloi Martínez, porque estaba exiliado, o por otros tantos periodistas de envergadura semejante. Hubo que conformarse con lo que había. Junto con algunos ejemplares más de su generación, como Rodrigo Fresán, Caparrós y otros. El equipo de las jóvenes estrellas unidos a un par de remanentes de generaciones anteriores, como Saccomano o Fogwill, hicieron un buen trabajo.
Y todos ellos se hicieron referentes de la cultura y del éxito con su agregado de frivolidad posmoderna, de un humor tirando a básico y de una gloriosa pedantería. Bravo por ellos que supieron aprovechar la coyuntura.
No estoy muy seguro de qué significa en estos tiempos solidez ideológica, pero me parece que esas personas no la tuvieron ni la tienen.
Valentía, sentido de la oportunidad, capacidad de trabajo, espíritu emprendedor y hasta talento. Todo esto se les podría asignar. Tal vez no a todos y en diferentes dosis, pero sí a la mayoría de ellos. Pero, y nunca más válida la conjunción adversativa pero, no se les puede pedir un gran sentido ético ni de coherencia. Salvo, tal vez, la trivial y muy compartida de amor al dinero.

Y volviendo entonces a la pregunta del título, qué hacer con Lanata. Creo que se le podría aplicar un poco de su mismo humor descalificante y pretencioso. Propongo que se propague que el mejor antídoto contra su nueva versión es el de imaginarlo sentado en el inodoro, haciendo fuerza. Y este método que es infalible en Argentina: correr la voz que Lanata es mufa. Agregando un par de casos de gente que murió después de hablar con él o que se cayó debajo de un tren y perdió las piernas. Eso sí, hay que hacerlo inclinando la cabeza a un costado y mirando un buen rato, en silencio cómplice, a la cámara. Hay que hacerlo pensando con fuerza (subtexto): ¡Qué vivo soy!

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