El Blog de Emilio Matei

sábado, 29 de septiembre de 2012

La violencia real

Guardia de infantería
Hay gente equivocada que todavía puede ser convencida, salvo que cuando eso suceda es posible que sea demasiado tarde.

La violencia real y objetiva es algo horrible, siniestro; insoportable para la mayor parte de las personas. La mayor parte de los que atacan con violencia verbal a un gobierno democráticamente elegido, no tienen en cuenta esto.

Hace muchos años tuve la posibilidad de observar una movilización obrera en Parque de los Patricios. Lo hice desde una esquina, sobre una terraza en un primer piso que daba al parque.
Varios vecinos habían subido ahí para seguir los acontecimientos. Los obreros, varios cientos con una línea de bombos al frente, coreaban consignas peronistas en contra el gobierno militar de esa época. En frente a ellos, del otro lado de la Avenida Caseros, una línea de la guardia de infantería, de una gran cantidad de policías a caballo, esperaban órdenes. Algunos de ellos, galones de sargento en las mangas, les gritaban a los obreros palabras desafiantes y señalaban a uno y a otro. Ya vas a ver vos, te tengo visto. Ese tipo de comentarios gritaban desde la altura de sus caballos. Curiosamente no escuché insultos y tal vez por eso las amenazas resultaban más ominosas; no había humor, había algo definitivo en esas amenazas. Mezclados entre los policías a caballo, se movían discretamente y de civil, hombres silenciosos y atentos a lo que sucedía.
En mi terraza, todos los presentes parecían escandalizados por los obreros que perturbaban el orden, no dejaban tranquila a la gente y, seguro, terminarían estropeando el parque, que ya de por sí estaba bastante estropeado por la falta de mantenimiento típica de esos tiempos. Qué se creen esos, decían en la terraza. Y hasta se oyó algún negro de mierda, siempre jodiendo.
En esa terraza había gente de una clase media muy baja, gente común de un barrio común de la Ciudad de Buenos Aires, no muy diferentes a los obreros de las fábricas de la zona que debían constituir el grueso de los manifestantes.
Durante mucho tiempo, tal vez dos horas, los obreros siguieron cantando y los policías amenazando y tratando de mantener la línea de los caballos que debían estar tan aburridos como ellos o tal vez nerviosos por el retumbar explosivo y continuo de los bombos.
En la terraza la gente también se aburría del espectáculo, algunos bajaban a hacer alguna diligencia, otros subían a ver si había alguna novedad, otros tomaban mate, las amigas se contaban chismes y los hombres hablaban de fútbol. Muy pocos nos sentíamos preocupados por lo que podía suceder o escandalizados por la actitud aparentemente tan poco humana de los que nos rodeaban. Por que no los sacan a patadas en el culo de una vez.
El aumento de la tensión terminó con las conversaciones de la terraza. A pesar de los bombos, se percibía cómo los obreros se habían quedado en silencio.
No escuché la orden pero los policías cargaron, a caballo y sable en mano, contra los obreros.
El revuelo fue enorme, la altura de los caballos no dejaba ver bien qué pasaba pero los brazos de los policías, armados con sable, subían y bajaban con una violencia salvaje. Ahora sí los policías gritaban desaforados toda clase de barbaridades.
En la terraza se hizo un silencio horrorizado e incómodo.
La batalla en la plaza era terrible, los caballos patinaban en el asfalto con esa característica falta de elegancia y brutalidad que tienen cuando deben llevar a jinetes peleando. Algún animal, inclusive, cayó al suelo.
Detrás de la batalla había varios coches patrulleros con policías armados con armas pesadas. Muy atentos a lo que sucedía aunque probablemente no podían ver gran cosa, tal vez menos que nosotros, desde nuestra terraza.
Las caras de la gente de la terraza se fueron cerrando. Fue evidente el cambio de posición. Ahora se los veía pasar del desconcierto a la furia. No se puede hacer eso con la gente dijo alguno.
De entre los caballos, policías y obreros, salió uno de los hombres de civil. Se acercó al patrullero que estaba debajo de la terraza, el más próximo, y, pistola en la cintura, mostró al policía más cercano sus pantalones. Mirá a estos hijos de puta cómo me dejaron los pantalones que eran blancos y estaban totalmente ensangrentados de la rodilla para abajo.
Todos los que estaban el a terraza, sin excepción, gritaron barbaridades a los policías. Hijos de puta fue lo más suave. Salvo alguna vieja que gritaba salvajes, salvajes.

Tal vez los militares del proceso, como los nazis, sabían que la reacción de la gente común, más allá de las cuestiones declamativas, creencias hijas de las presiones políticas o mediáticas, sería humana, en el mejor sentido de la palabra. Por eso escondieron la violencia extrema en los campos de concentración.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Caceroleros anti K en Plaza de Mayo

Símbolos Nazis en Plaza de Mayo
Lo que no se vio ni siquiera
durante el proceso
¿No era que para Israel el límite a las libertades cívicas es el nazismo y la negación de la Shoá?
El rabino Bergman y las banderas nazis en un mismo espacio representativo de la derecha argentina. El rabino Berman y Cecilia Pando, la más activa representante de los defensores del proceso y de los torturadores que disfrutaban más cuando les tocaba martirizar a un judío.
¿Un error? No creo. Tampoco creo que haya habido ninguna connivencia, sólo que al rabino le importa un carajo con quién se junta mientras el contexto sea acorde a su ideología.
Dicho sea de paso, a la Daia y a la Amia, principales organizaciones judías de la Argentina, les costó un par de días salir con un repudio básico, dando la sensación de que no les quedaba más remedio. Tal vez todavía tengan un restito de vergüenza.
Mi abuelo materno, judío, orgulloso del humanismo al que pretendía representar y del que se sentía parte, ni siquiera habría podido imaginar que hubiera personajes tan repugnantes a su concepción de la condición judía. Calculo que habría soportado con más facilidad a los delincuentes de la Zwi Migdal que a un tipo como Bergman.

Sé que tengo lectores judíos, algunos de ellos viven en Israel. ¿Qué clase de país es hoy Israel? ¿Qué quedó de las grandes expectativas que tuvieron en la posguerra muchos viejos askenazis como mi abuelo?


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Negro de acá

Negra de aquí
Tenemos una nueva categoría. Racista, tal vez, pero bastante ecuménica. Se puede ser negro, o negro de mierda, en su versión más enfática, inclusive teniendo la piel blanca y los ojos claros. Basta con sostener posiciones contra las nuestras. Sobre todo si nos sentimos aristocráticamente diferentes.

Basta ser capaz de hacer algo malo para el calificante, uno, para poder ser el calificando, él, que, casi siempre representa al grupo mayoritario. Negro de aquí es el que vota siempre en mayoría, el que pelea todos los días por un futuro poco claro y casi siempre escaso o escasamente atractivo, el que anda por todos lados pisándonos los pies.

Esta nueva semántica ¿tendrá que ver con lo políticamente correcto? Es probable. Un aumento en la educación y en las responsabilidades sociales deben producir un reflejo en el lenguaje.
Ya no queda bien decir de alguien que es un cabecita negra, o un cabecita, que es la versión abreviada. Envejecería demasiado usar calificativos tan antiguos y clásicos. Y tendría un definitivo tinte racista, aceptable sólo en la cancha de fútbol o si el que lo emite está de muy mal humor. Y claro, si no es un negro de aquí.

Más negros de aquí
Aún sin la componente demodé, usar el negro y el negro de mierda, también suenan un tanto definitivos. Sobre todo cuando uno habla con alguien cuyas posiciones no están del todo claras. Un tipo que podría ser zurdo, por ejemplo. O tal vez progresista.
Además, no nos engañemos, evitemos la actitud elitista o racista: ¿Cómo un negro de mierda podría decir de otro que es un negro de mierda?
Estos dilemas se resolvieron con el negro de aquí, índice apoyado contra el temporal, que permite definir la negritud no ya como una condición objetiva, innegable, sino como una condición abstracta o, por lo menos, opinable. Y ya se sabe que cuanto menos definida esté la cosa, mejor. Casi como qué, ¿no?

Creo que la sociedad, mediante este giro del lenguaje, avanzó muchísimo. Por fin se puede aplicar un calificativo demoledor a todo el mundo lavándose las manos, al mismo tiempo, de toda responsabilidad respecto a la discriminación. Algo así como decir de alguien que es un pelotudo, cosa que jamás se consideró racista.


domingo, 16 de septiembre de 2012

La revuelta en el mundo musulmán y las embajadas

Hay momentos especiales en la historia actual en las que uno quisiera, más que nunca, saber qué se está cocinando en realidad.

Interior de la embajada norteamericana
Bengazi - Libia
Cualquier motivo es suficiente para encender la mecha en los países árabes que parecen ser un auténtico frente de batalla mundial por la hegemonía comercial intercapitalista y el dominio del petróleo. Bengazi, Yemen, Egipto, Irán, Gaza, Marruecos, Túnez, Sudán, Irak, Cachemira y Bangladesh. Y mientras escribo esto se van uniendo más y más países.

Se dice que un ataque coordinado como el de Bengazi no podía ser resuelto de manera espontánea sólo porque una película no gustó o resultaba ofensiva. Salvo que haya habido gente estructurada y preparada para atacar que sólo esperaba una orden. O un motivo.

Por un lado leo que había información de inteligencia respecto al ataque a la embajada norteamericana en Bengazi, Libia, que terminó costándole la vida al embajador y a otras dos o tres personas.
Por otro lado se dice que no había información de inteligencia suficiente como para tomar recaudos.

Qué preocupa más a Estados Unidos, ¿que el conocimiento de los ataques no haya alcanzado para detenerlos o que no existiera ningún dato previo sobre la preparación de los ataques?

Y por qué no se toman recaudos siempre, haya o no datos precisos sobre un ataque.
Se supone que las embajadas norteamericanas son un blanco fijo, disponibles en cualquier momento para ser el objetivo de agresiones de cualquier tipo. Y en tiempos muy turbulentos, como los que vivimos, en los que Estados Unidos gasta fortunas en guerras, se podría poner  algo de dinero en la mayor seguridad de su cuerpo diplomático.

Cómo es posible que una banda, a veces armada y otras no, consiga entrar a una embajada, como suelen ser las norteamericanas, y hacer enormes destrozos sin recibir una resistencia seria desde adentro.

Se me ocurren un par de respuestas. Una es que la burocracia diplomática norteamericana hace mover a la seguridad de una manera muy morosa y la otra es que se buscan esta clase de eventos.
Como yo no soy muy amigo de las teorías conspirativas, aunque a veces sean las únicas hipótesis que justifiquen los hechos, me parece más probable que el tema sea burocrático, que nadie quiera gastar tiempo y dinero en seguridad. Dinero que puede ser usado de manera más útil para el bolsillo del diplomático, sobre todo si viene en la forma de fondos reservados.

En realidad, parece ser, por lo que se está viendo ahora, que embajadas de otros países desarrollados, como Alemania e Inglaterra, tampoco tienen claro cuál es la situación real y cuáles son los riesgos.
Entonces, que después no se quejen.

Como dije al principio, me gustaría saber qué se está cocinando. Porque estoy seguro de que en cualquier momento la cacerola va a estallar.


viernes, 14 de septiembre de 2012

El robo K o el espacio robado

De todos los robos el del espacio es el más imperdonable, el más significativo, el que más nos jode


(*) Negro de aquí. Frase que siempre se acompaña de un dedo índice, el derecho, salvo que uno sea zurdo, señalando el temporal correspondiente. Dícese de la persona muy diferente a uno que sigue preceptos asignados a la clase baja, tal vez democráticos y/o populistas. Esta nueva forma de calificar cierto despreciable grupo social, merecerá en el futuro un artículo ad-hoc.
El gobierno de Cristina nos roba el espacio en las calles permitiendo que muchísimas personas, casi siempre negras de aquí (*), se puedan permitir tener un coche. El espacio de los aviones y de los ómnibus de turismo está lleno de gente que a veces ni usar el baño sabe y, en consecuencia, anda por ahí preguntando. ¿Acaso no tiene vergüenza esa gente? Claro que no.
El espacio de las prepagas se llena de esa misma clase de gente, tan diferente a uno, y eso obliga a las pobres empresas de medicina prepaga a buscar médicos que a veces parecen salidos de un jardín de infantes y que son, ¡también! gente de esa clase.
Es lógico que los jubilados tengan privilegios, pero si todo el mundo se jubila los privilegios dejan de ser tales. Y los teatros, cines, vehículos subterráneos, farmacias, hoteles y todos esos lugares se llenan, otra vez, de esa gente.
Hay lugares muy emblemáticos que están siendo invadidos. Por ejemplo, los campos de golf. Que un caddie se convierta en campeón mundial, vaya y pase. Al fin de cuenta trabaja de eso y seguro que sabe ser ubicado y no molestar cuando uno juega, porque si no no lo dejarían practicar. Pero que un montón de nuevas personas invadan los links es más de lo que se puede soportar. Para colmo enseguida aprenden todo y se hace difícil de distinguir la paja del trigo. Hasta se permiten pensar lo mismo que uno de los nuevitos.

La muchedumbre
Optar por los colegios privados y mezclar sus hijos con los nuestros, ir de compras a Miami. No me voy a extender más, baste tener en cuenta que todos los espacios asociados a los logros sociales, el placer o el éxito, sufren del mismo género de invasión. Y con esa puta demanda agregada todos los precios están por las nubes.

En realidad el robo del espacio, como dije al principio, es el peor. Uno ya no puede respirar ni con la ayuda de Sri Sri.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿Desaparecerá el euro?

Ya empieza a ser vox populi lo que hasta ahora se discutía sólo en los cenáculos privados de las finanzas: el euro, así como está, no da para más. La pregunta parece ser sólo quién será el primero en tomar la decisión de abandonarlo.
El banco Santander fue el primero, hace pocos días, en decir en en público lo que otros sólo decían en privado. 
La cuestión es la definición de los problemas concretos que habrá que atacar y cómo habrá que resolverlos, los pasos que habrá que dar cuando se cree una moneda local en alguno de los países de la Comunidad Europea.

Una catástrofe total del euro no me parece posible, al menos en los términos en que se negocia en la actualidad. Nada me hace pensar hoy que el euro vaya a desaparecer. Lo más probable es que se convierta en una moneda de intercambio regional, tal vez aceptable todavía como moneda, o segunda moneda, en el interior de algunos o muchos de los países involucrados. Una moneda que seguirá sustituyendo al dólar en el interior de la comunidad. Y de ser así sería bastante tranquilizador para los tenedores de euros. Aunque no se sepa cuál será su valor luego de la tormenta.

La resolución del problema del euro no es para nosotros, sudamericanos, un problema retórico o apenas asociado a la crisis en los mercados con la consiguiente afectación a nuestra balanza comercial. Hace tiempo que el Mercosur busca una manera de unificar la moneda para que quede, sobre todo, fuera de la dependencia comercial y política que impone el dólar. Por esa razón, aprender de los éxitos y errores de los europeos, nos puede ahorrar una buena cantidad de disgustos. 

martes, 11 de septiembre de 2012

¿Puede la derecha ganar elecciones?

La derecha o se decide por el populismo fascista o, salvo en situaciones muy particulares y extremas, nunca ganará en elecciones libres. Claro que para apoyar a un fascismo declarado los poderosos quieren algunas garantías que tendrían que ver con la seguridad de no terminar mal. Por lo que me parece que, al menos en Argentina, estamos en la etapa de: Se escuchan propuestas.

Mientras tanto tienen que comerse el garrón de elecciones democráticas, lo que hace que cada vez más se escuchen comentarios sobre la necesidad del voto calificado.
Hacía tiempo que nadie se atrevía a hacer esa clase de comentarios al menos públicamente. Pero con los jóvenes de dieciséis a dieciocho años, futuros votantes optativos de Argentina, volvió a despuntar el vicio, la nostalgia de un mundo al que, por suerte, no parece fácil volver. 
Se pide que los jóvenes demuestren que no son estúpidos. Y que están, como uno, por supuesto, en condiciones de elegir a un representante adecuado. Al fin de cuentas esto es histórico en Argentina. ¿Acaso no se tenía en cuenta a la gente decente en la época de la Revolución de Mayo? Que era la que venía en carruaje, como corresponde, y se prohibía acercarse al cabildo a los despreciables hombres de a caballo.

Mientras tanto ¿qué hacer?, y discúlpenme por la forma un tanto leniniana. Hay mejores formas y, sobre todo, más factibles, de torcer la democracia. Una es la reducción del poder del estado. Voten lo que quieran, que gane cualquiera, total las decisiones importantes las tomamos nosotros. Y nosotros pueden ser las finanzas, las empresas multinacionales, los grandes propietarios rurales, los propietarios monopólicos de medios o una combinación de cualquiera de esas corporaciones que, en realidad, responden a los mismos intereses. Si no, basta ver quiénes son los actuales tomadores de decisiones máximas de Grecia y de Italia. Y la poca importancia que tiene para la mayor parte de los norteamericanos y para el mundo en general, de qué partido resulta el ganador de las elecciones en Estados Unidos.

José Pablo Feinmann
Hace unos días escuché al filósofo José Pablo Feinmann decir que los medios son el partido de la derecha. La frase es buena pero me parece más ajustado decir que los medios son el brazo armado de la derecha cuando la derecha todavía no decidió volverse a armar literalmente. Cosa que sucede en estos interregnos democráticos y hasta que se vuelven a convencer de que no hay caso, que la democracia es incorregible, Borges dixit.

Y no quiero olvidarme de Santiago de Chile, un 11 de septiembre, y la mejor manera es hacerlo mediante la una auténtica expresión de la belleza:


Yo pisaré las calles nuevamente


(Pablo Milanés, escuchar la canción)


Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.

Yo vendré del desierto calcinante
y saldré de los bosques y los lagos,
y evocaré en un cerro de Santiago
a mis hermanos que murieron antes.

Yo unido al que hizo mucho y poco
al que quiere la patria liberada
dispararé las primeras balas
más temprano que tarde, sin reposo.

Retornarán los libros, las canciones
que quemaron las manos asesinas.
Renacerá mi pueblo de su ruina
y pagarán su culpa los traidores.

Un niño jugará en una alameda
y cantará con sus amigos nuevos,
y ese canto será el canto del suelo
a una vida segada en La Moneda.

Yo pisaré las calles nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada,
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes.

(1974)

Si no se te cierra la garganta, no te la merecés.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Los populistas son autoritarios



¿Alguien puede imaginar un gobierno autoritario, soberbio o que limita la libertad de prensa que permita que un pasquín publique esto en la tapa y que deje que se exponga en todos los quioscos de revistas del país?
Qué cosa, muchachos. 
Si uno quiere ver espuma hidrofóbica en los labios de la derecha argentina y de sus adláteres de clase media, que como dispositivos megafónicos amplifican lo que los medios les meten en la cabeza, alcanza con mencionar a Evita, las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas o a Cristina. 
No puedo dejar de insistir con esto, es posible que me repita pero no puedo evitarlo porque para mí siempre fue una cuestión de educación tratar a los demás con el debido respeto, sobre todo a las mujeres, y los que no lo hacen me producen un terrible desprecio.
Putas, yeguas, conchudas, todos elegantes calificativos que se usan en política sólo cuando se habla de mujeres. De mujeres militantes, valientes y poderosas, claro.
Qué falta de dignidad, muchachos; qué poca hombría, que poca distinción.
Al fin de cuentas los Barra Bravas, al menos, usan esos calificativos sólo para machos como ellos.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Posición contra los intelectuales

Qúe pasa, muchachos. ¿Otra vez despotricando contra los intelectuales? Bueno, luego no se quejen si empiezan con lo de alpargatas sí y libros no, con o sin cacerola.

Que una gansada llama a otra gansada es una ley inmutable de la naturaleza.

El intelectual
Rodolfo Walsh
Ponerse en contra de los intelectuales, así, en bloque, es asociar la condición de intelectual a una particular posición. Lo cual no es muy diferente a la no aceptación de la diversidad, tan propia de las actitudes racistas.
Es bien sabido que generalización es la forma natural en que se expresa el racismo. Los judíos son, los negros son, los indios son, los gordos son. ¿Los intelectuales son? ¡Por supuesto!
No veo peor situación que la de regalar la cultura académica, cualquiera sea los defectos que tenga, a la derecha.

El intelectual
Haroldo Conti
Hay toda clase de intelectuales. Es absurdo pensar que por el solo hecho de dedicarse, digamos, a las ciencias humanas o a la literatura, quede definida una ideología. Y eso va más allá de lo que puedan decir los mismos intelectuales sobre sí mismos. Si se sienten incómodos por trabajar sentados en una silla mientras muchos obreros tienen que sudar la gota gorda con una maza de diez quilos en las manos, como le sucedía a Rousseau, que no se hagan problema. Hay que ser un poco pícaro, no todo trabajo alienado es físico. Es mejor compararse con los oficinistas que pasan una vida sentados en una silla frente a una computadora. Tanto el intelectual como el oficinista, si no van a hacer work out gym después de trabajar todo el día, terminarán con el culo chato. Y me disculpo por la imperdonable generalización.

 En realidad las posiciones contra los intelectuales en general, no me parecen muy diferentes a las posiciones esotéricas. Todas ellas apuntan al pensamiento irracional, a evitar que las personas saquen conclusiones lo más libres y objetivas posibles sobre la realidad en que viven observando esa misma realidad y no las ideas predigeridas que se le ofrecen.

jueves, 6 de septiembre de 2012

El placer es sólo para los que se lo pueden permitir

Hace tiempo escuché decir a un especialista en marketing, que quiere decir mercadeo en castellano, y no sé cuál de las dos palabras me suena peor, que la gente no compra lo que necesita sino lo que desea.
La obvia conclusión es que los deseos no son necesarios, que constituyen un lujo sólo para quien se los puede permitir. Y ya se sabe que cuando los pobres empiezan a ganar un poco más y quieren lujos se vuelven delincuentes o votan a quien no deben, casi seguro a algún populista.

Las villas miserias llenas de antenas de televisión, un clásico. Ahora nadie se conforma con menos que un plasma y un parabólico satelital. ¡Yo con mi TV de tubo de rayos catódicos y mi portero con un poderoso plasma de no sé cuántas pulgadas! Claro, seguro que se endeudó y ahora va a tener que conseguir el dinero de algún modo para pagar lo que debe. Y ya se sabe de qué modo será.

Qué maldita costumbre tienen los pobres: apenas ganan un poco más dinero quieren tener y hacer lo mismo que uno. Y entonces los hoteles de vacaciones se llenan de gente que tiene comportamientos tan raros, los vehículos que nos llevan a lugares de turismo se llenan también de esa clase de gente, y hasta los hay, pocos por suerte, que tienen buen gusto y se compran la misma ropa que uno.
No exagero si digo que hay algunos que hasta viajan a Europa. ¿Qué placer encontrarán yendo? Lo único que faltaba es encontrárselos en un restaurante de esos que son la única verdadera justificación para que uno haga un viaje a Europa.

No hay caso, cuando la gente que no lo merece tiene dinero, el mundo se achica. Andan por todos lados. El lugar de juntar para cuando las cosas vuelvan a la normalidad, se dedican a satisfacer deseos por más innecesarios que sean. Qué mundo loco.

martes, 4 de septiembre de 2012

La realidad y el revólver

Cuidado con el relativismo


No todo es igual, no todo da lo mismo.  ¿Te parece lo mismo ser el que tiene el revólver en la mano que ser el apuntado? Si lo creés, por favor dame el revólver a mí. Me voy a sentir mucho más tranquilo y a vos te es equivalente, ¿no?

No tenés de qué preocuparte, te lo puedo asegurar, ya que yo no voy a tirar. Y no lo voy a hacer sólo porque creo que la realidad tiene sentido, aunque la mayor parte de las veces no lo entienda y ni siquiera sepa si ese sentido es negativo o positivo.

Estoy convencido de que no todo es equivalente, por eso estoy seguro de que si apretara el gatillo te mataría. Y esa misma razón es la que me hace asumir la obligación de no hacerlo.
En cambio, el revólver en manos de personas como vos, que sí afirman que todo da lo mismo, sería mucho más peligroso. Vos dispararías sin apuro y sin dudar, por una especie de convicción suave, no muy empeñada. Total, todo da igual.

El comprometerse no garantiza nada, no siempre evita que uno cometa errores, y eso es una pena. Pero la falta de compromiso te hace cómplice del más poderoso.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Abortos malos y abortos más o menos

Al propietario de los campos de soja y al piloto del avión que desparramaron al por mayor glifosato hasta el borde mismo del pueblo, teniendo en cuenta que la ley, bastante permisiva por cierto, exige dejar mil quinientos metros libres, les aplicaron tres años excarcelables y tareas comunitarias.

Y eso después de un montón de años de litigio.
Y todavía no escuché a ninguna autoridad religiosa de ninguna de las religiones que andan por aquí que ponga el grito en el cielo por el asesinato serial de esas pobres almas nonatas víctimas de una fumigación descontrolada y deletérea.

Teniendo en cuenta la cantidad de muertes de fetos y de niños y adultos enfermados y muertos por esa porquería cancerígena, se esperaría un gran escándalo por parte de los que son tan sensibles al supuesto toque divino del que todos, desde la concepción, llevamos con nosotros. Al menos un par de pequeñas excomuniones, diría yo. Pero no, de eso no habla ningún antiabortista. Eso sí, cuando se trata de una pobre chica que quedó embarazada por error o por violación, a lo mejor de menos de dieciséis años, a lo mejor analfabeta o apenas alfabetizada, a lo mejor débil mental, o a lo mejor nada de eso, pero siempre pobre; todos se rasgan las vestiduras si se hace un aborto y tiene la suerte de sobrevivir, o si al niño recién nacido lo abandonan o lo matan. Y a la pobre niña mujer la ponen presa y ni te atrevas a ponerla en libertad.

Como habría dicho mi abuela, a la que nunca oí decir una mala palabra: ¡Debería darles vergüenza!