El Blog de Emilio Matei

martes, 30 de octubre de 2012

Las mujeres armenias y los hijos de los desaparecidos

En abril de 1915 se produjo el que sería llamado primer genocidio del siglo XX, la masacre de los armenios en manos de los turcos. Entre un millón y un millón y medio de personas asesinadas en un hecho histórico que nunca fue reconocido por el estado turco.

Madres armenias 1915
A pesar de que las órdenes eran de matar a hombres mujeres y niños, la realidad es que muchas mujeres armenias con sus hijos quedaron vivas. Y pudieron sobrevivir gracias a que se integraron o formaron familias islámicas abandonando sus creencias religiosas cristianas, lo que les permitió acceder a la nacionalidad turca.

Estos casos parecen no haber sido aislados sino muchísimos. Por un lado se habló de las mujeres bellas pero por la frecuencia con que parece haberse producido, estimo que para muchos turcos de la época apropiarse de una mujer dispuesta a cualquier cosa para salvarse y, sobre todo, para salvar sus hijos de una muerte segura, debió de ser un regalo del cielo.

Hoy en día, algunos escritores y periodistas tanto armenios como turcos, tratan de reconstruir esa fusión de los respectivos grupos sociales en búsqueda de su verdadera identidad originaria. Son los nietos y bisnietos de esas mujeres los que buscan entre los recuerdos propios y de sus mayores, trazas de sus orígenes.
Teniendo en cuenta la fecha del genocidio, mil novecientos quince, es muy improbable que quede alguien vivo y que pueda narrar en primera persona lo que sucedió en realidad. De hecho y según los registros franceses, desde hace unos pocos años ya no queda vivo ningún soldado que haya participado en la primera guerra mundial. Pero hasta hace poco había unas cuantas abuelas que recordaban los cuentos de horror y desesperación que les habían contado sus madres víctimas directas del genocidio. O cómo sus nombres armenios se habían perdido en el proceso de integración.

Imagino que el negacionismo turco tampoco ayuda para intentar algún recurso vía ADN.

Abuelas de Plaza de Mayo
Pero el objeto de esta nota no es el de contar el genocidio armenio, sino remarcar el horror, o mejor dicho, la continuidad del horror, que implica la apropiación de personas. Ni siquiera ya como mercaderías sino como objetos a recolectar, como si no tuvieran más entidad que una fruta que se arranca de la planta sin más, sólo porque está en buen estado.
La capacidad que tuvo la inquisición en su momento, la Turquía de principios del siglo XX, la Alemania nazi a mediados del siglo, el Proceso en Argentina de los setenta y hoy el ejército de la India en la Cachemira y quién sabe quién más en qué otra parte del mundo, de crear un dolor en la gente que a veces dura cientos de años y que va de familia en familia sin terminar nunca de atenuarse del todo, es parte de un triste legado que sobrevive en los niños apropiados que aún no lo saben o que, sabiéndolo, no lo quieren reconocer.

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