El Blog de Emilio Matei

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Los tatuajes y el Cirque du Soleil

Según Herbert Marcuse en el famoso Eros y civilización, libro publicado en el año 1953 y que fue una especie de biblia para los dirigentes del Mayo del ’68, vivimos con una sobre dosis represiva que tiene que tender a desaparecer ya que es innecesaria para la convivencia.
Entre los planteos de Marcuse, hay uno que viene al caso y es el de usar el propio cuerpo como un objeto de arte, como un material posible para la creación artística.

¿Es el tatuaje una forma de usar el propio cuerpo como un objeto de arte?

Respaldo de silla
virtual
No, no lo creo, al menos en la muy amplia mayor parte de los casos. Es sólo convertir el cuerpo en un objeto de artesanía o, muchas veces, en un fetiche o, simplemente, en una tarjeta de presentación que declara la pertenencia del que la usa a un grupo en particular.

¿El cuerpo como un mueble decorado o como objeto de arte? Si uno quiere ver al cuerpo como una tela imprimada donde se pueden crear obras de arte, hay que remitirse, posiblemente, al Cirque du Soleil, donde cada espectáculo convierte a los participantes, a los cuerpos de los participantes, en una obra de arte. Hay en las creaciones del Cirque du Soleil una voluntad plástica evidente, que hace muchas veces soportable, hay que reconocerlo de una vez por todas,  la actividad aburridora de muchos de los actos clásicos del circo.
Los cuerpos de los artistas del C. du S., constituyen junto a las ropas, el maquillaje y los variados accesorios, una obra de arte. Efímera, tal vez, al menos en sentido de hecho real y objetivo y no en cuanto a lo que pueda quedar grabado, pero obra de arte al fin.

La inmutabilidad del tatuaje es, al fin de cuentas, una negación de la creatividad que debe ser inherente al arte. Mucho más cuando la mayor parte no son más que reproducciones de diseños estándar producidos por algún artista gráfico muy próximo, casi siempre, a algún diseñador de historietas o diseñador gráfico, más motivado, en el mejor de los casos, por los resultados que las tecnologías pueden aportar en sí que por los resultados que ellas pueden producir cuando se usan como herramientas estéticas en manos de un artista auténtico.

Con contadas excepciones, porque negar que las hay en los resultados de cualquier actividad humana sería estúpido, uno siente que detrás de un tatuaje hay un verdadero artista, lo demás no deja de ser nada más que una moda con todo lo económico que eso implica. Una moda perversa que deja un rastro muy difícil, o muy caro, de borrar.


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