El Blog de Emilio Matei

miércoles, 27 de febrero de 2013

Como el Uruguay no hay

La decisión de la Suprema Corte de Justicia Uruguaya separando de su cargo a la jueza que tenía en sus manos cincuenta juicios por delitos de lesa humanidad, ¿signo de solidez o de debilidad?

La situación se complica en Uruguay. La impunidad ganó otra batalla. O al menos eso es lo que parece aunque yo no estaría del todo seguro.
Me pregunto si la derecha tradicional representada por los dos partidos históricos a los que pertenecen los jueces de la Suprema Corte de Justicia, se siente tan fuerte como para golpear a la sociedad mayoritariamente volcada a la izquierda a riesgo de producir una reacción incontrolable.
Es cierto que enfrente tiene a un gobierno en permanente conflicto que no termina de resolver problemas económicos y sociales. Un gobierno que hasta ahora siempre dio la sensación de que no se decide a dar un paso definitivo hacia delante, hacia el desarrollo industrial y un esquema impositivo más justo a partir de una mayor presencia estatal y que, muy a menudo, termina cediendo a criterios neoliberales. Pero un enemigo común y poderoso tiende a unir y a terminar con discusiones bizantinas y tibiezas varias. Y la Suprema Corte de Justicia es esa clase de enemigo.

De qué vale un plebiscito

Hay algo en lo que es necesario ponerse de acuerdo. Si se trata de delitos de lesa humanidad no hay plebiscito que valga ni pueblo que pueda tomar, mediante su voto, decisiones en contra de los juicios.
Es fácil demostrar esto por vía de un par de ejemplos que para mí ponen en evidencia la falacia de ciertos argumentos. ¿Existe alguna circunstancia en la que un estado pueda hacer votar, y un pueblo pueda hacerlo afirmativamente, por la exterminación por ahorcamiento de todos los pelirrojos? Si después de la 2ª guerra mundial los alemanes hubieran votado por una ley del olvido de los crímenes en los campos de concentración, ¿sería aceptable esa decisión sólo por ser el resultado de un plebiscito? Y lo mismo valdría para algún artículo constitucional que permitiera alguna de esas barbaridades.
En síntesis, creo que la discusión sobre la validez de los plebiscitos termina apenas los delitos son considerados de lesa humanidad, y es así por la propia definición de los términos.

La pregunta que me queda pendiente es si esta expresión de soberbia de los partidos tradicionales, mediatizada por la decisión de la corte, ¿no servirá  para sacudir el avispero y producir más beneficios para los que están por un Uruguay moderno y socialmente avanzado que para los conservadores?
No estoy seguro de que esto vaya a ser así ya que no puedo evitar sentir que estoy expresando mis deseos. La gran movilización, por desgracia, tampoco asegura nada. Si no, basta ver lo que sucedió con el mayo del ’68 en París que terminó con gobiernos más a la derecha todavía. Pero, más allá de las circunstancias internacionales, tan interesantes, sigo creyendo que Uruguay tiene reductos, reducidos tal vez pero siempre vivos, de una reserva inagotable de ingenio y valentía que hace mucho que no está a la vista pero que puede resurgir en cualquier momento para crear un país que nadie más que un uruguayo podría imaginar.


sábado, 23 de febrero de 2013

Sushi de ballena

¿Quién es el que decide qué animalito debe ser considerado amoroso y digno de más protección que otro?

Para mucha gente los animales son todos iguales, parte de la creación o, para dejar a todos contentos, parte de la evolución, y por eso merecen nuestro respeto. Pero en realidad esa misma gente se comporta con mucha hipocresía sobre este asunto. Y da mucha más importancia a la inteligencia, a algún peregrino concepto sobre lo bello o al antropomorfismo de algunos animales, que a los puros sentimientos que deberían ser universales e indiscriminados. Curioso, porque son los que suelen decir que priorizan a los sentimientos por sobre la razón, según ellos madre de todos los males.

Piojo
Para demostrar la verdad de mis aseveraciones quiero dar como ejemplo lo que estos últimos tiempos vemos por televisión, el martirio de un piojo, el asesinato inmisericorde mediante ahogamiento que somete un nuevo producto al piojo. Treinta segundos, ¡treinta segundos!, de una agonía infinita. No es la cara del piojo la que se muestra, que además suele ser poco expresiva, sino todo el cuerpo. Que en su lenguaje corporal, en el movimiento de las patas, primero desesperado y luego cada vez más lento hasta la inmovilidad total y definitiva, se puede percibir el sufrimiento de esa criatura tan amiga de nuestros niños y mujeres y que, para colmo, suele tener en su interior nuestra propia sangre.

Y esa exposición de tortura y muerte se hace en el prime time televisivo sin proteger o prevenir siquiera a los niños de ningún modo.

No hay caso, poco a poco la humanidad va perdiendo todos los sentimientos que le quedaban. Ya nada le resulta respetable, ninguna organización defiende a nada ni nadie en forma creíble. Y mucho menos si ese alguien es feo o no crea simpatías, como es el caso del piojo. Como si la belleza, entregada por Dios o, para dejar a todos contentos una vez más,  por la estadística, sin ninguna justicia, fuera un valor superior a los demás.

Sushi de ballena
Qué quedó entonces del respeto a la naturaleza, a la vida, si ni siquiera se mata respetando la dignidad del asesinado como en el caso de vacas, cerdos, etc. Nadie, pero nadie nadie, salió en defensa del piojo. Y no se trata ya de Green Peace (N. de mi T.: Meada Verde), ya que quedó en evidencia estos últimos tiempos que responde a intereses mucho más espurios de los que declara, bien instalados a la derecha y favorables a las empresas que prefieren gentes preocupadas por las ballenas o los delfines que por la propia gente en sí y para sí, Hegel dixit.

Lo único que nos falta es que aparezca algún delivery ofreciendo sushi de ballena con un DVD incluido en el que se muestre cómo fue cazada y trozada, a lo mejor, en forma no tan misericordiosa.

Por lo que y en conclusión, como suelen decir las mujeres de edad avanzada y algún viudo mientras esperan que el carnicero los atienda: ya no se puede creer en nadie.

jueves, 21 de febrero de 2013

La tragedia Griega


Hace frío en Grecia. Un invierno más, el cuarto desde que la crisis devasta el país. Los buitres del liberalismo económico tapan el poco sol que se ve en esta época del año y, tal como viene la cosa, taparán también la primavera que se aproxima. Pero a lo mejor en la calidez de la primavera se pueda respirar un aire un poco más puro. El de hoy es infecto, tóxico y portador de una bruma maloliente cuyos efectos todavía no se conocen.

Hace frío en Grecia y en las grandes ciudades, en Atenas y en Tesalónica, la gente no tiene dinero para comprar combustible. Y entonces quema lo que puede. Muebles viejos y no tanto decorados con barnices y pinturas de vaya uno a saber qué composición, quema también toda la basura combustible y la madera verde de árboles añosos de lugares que hasta hace poco eran considerados santuarios y ahora, sin quién los cuide por los despidos que engrosaron la cohorte de desocupados, son un triste suministro, por muy poco tiempo, de madera húmeda para mal quemar en una defensa escasa contra el frío.

Cuánto del pasado de las familias, en un país cuyo pasado convive con el presente de todo Occidente, se convertirá en humo tóxico a cambio de un poco de calor. Qué le espera a esa gente el invierno que viene, cuando ni muebles habrá para quemar y cuando los bosques se hayan convertido en páramos.

Los últimos tres meses el fisco griego recibió ochenta y cinco millones menos de euros por disminución de la venta de combustibles.

martes, 19 de febrero de 2013

Canales culturales y documentales

El precio de la historia
Serie en History Channel
Qué hay en los canales culturales o documentales de las cadenas norteamericanas.

-         Negocios de compra venta en los que, como en todos los negocios de compraventa, alguien se aprovecha, en forma más o menos encubierta, del que vende. Nunca demasiado necesitado, por otra parte, contra lo que suele suceder en la realidad en la que el que vende o empeña está desesperado o es un ladrón.

-         Platos voladores, civilizaciones del espacio que vinieron hace milenios, visitas y encuentros actuales con extraterrestres súper evolucionados, que eligen para sus contactos los cerebros privilegiados de magos y tarotistas.

-         Monstruos inexistentes basados en mitos antiguos o de cualquier otro tipo, razón suficiente para ir a la búsqueda basada en el absurdo lógico de que hay que probar la no existencia de algo.

-         Armas y más armas. Cómo asesinar hoy en día, cómo lo hizo Alejandro, cómo lo hacía el faraón, cómo los nazis, cómo funcionaba una catapulta, cómo se quemaban a los invasores y un largo etcétera. Hombres forzudos o con caras de intelectuales, mujeres gordísimas o hermosas, niñitos y niñitas, todos emocionados al apretar el gatillo.

-         Motos y coches.

-         Récords mundiales de cualquier cosa, el edificio más grande, el coche más rápido, el avión más grande, el más tatuado, la berenjena más grande jamás cultivada.
-         Accidentes, muertes y salvaciones milagrosas.

Simone de Beauvoir
El canal Encuentro, del Ministerio de Educación de Argentina. 

En el canal Encuentro se pueden ver entrevistas a Lacan, a Sartre o a un tocador de gaita colombiana, a Simone de Beauvoir, a Noam Chomsky o a un juglar del Matto Grosso, a Stiglitz, premio Nobel de economía, o un indio Wichí, a una paleontóloga que recorre la Patagonia o a un maestro de artes y oficios.

No estoy hablando aquí de niveles universitarios o científicos de excelencia, sólo hablo de lo que los países dan de información a los simples ciudadanos de a pie, como se suele decir. Los que quieren entretenerse y aprender algo, útil o no, para enriquecer sus vidas mediante la ampliación del conocimiento. O tal vez dicho de otro modo: lo que diferencia los criterios de los países que dejan que eduquen las empresas cuyo único interés es el económico, en relación a los países o estados que se hacen cargo de la educación sin mediadores.

jueves, 14 de febrero de 2013

Estragos ocultos

Desde el 24 de marzo de 1976, cuando comienza el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, hasta 1983, cuando llega la democracia a Argentina, pasaron varias generaciones de soldados conscriptos. La mayor parte de ellos de entre dieciocho y veintiún años, salvo los pocos que pedían prórrogas por estudios y algunas otras razones y que podían tener hasta veintiséis o más.
Se trata de miles de jóvenes que funcionaron como mano de obra, a todos los efectos, esclava, de los militares que nunca tanto como durante esos años tuvieron en sus manos poder de vida o muerte.
Escuché que se quería interrogar a esos muchachos, ya hombres, en algunos casos de más de cincuenta años, sobre lo que habían vivido y visto en sus años bajo las armas. La idea era que ayudaran a reconstruir historias de desapariciones. Pero no debe de haber prosperado, o no se puso mucho énfasis en el asunto porque no volví a oír hablar de ese tema.

Hace poco tuve oportunidad de hablar con uno de esos muchachos, ya un hombre de cincuenta y cuatro años. No recuerdo bien qué lo llevó a comentar el tiempo que pasó en la conscripción, en 1976. Por entonces, me dijo, yo era un pibe laburante intermitente, un muchacho de barrio medio vago porque mi viejo tenía camiones y le iba bastante bien. Y continuó con comentarios truncos, llenos de sobreentendidos que sólo él comprendía, de su tiempo de soldado. Algunas cosas, sin embargo, me quedaron claras. Los torturados que tenían que llevar en tren, los gritos, los cadáveres, la luz que titilaba cuando usaban la picana en el cuartel. Y la necesidad desanimada de justificarse por no haber hecho nada, por haber sido mano de obra de asesinos y torturadores.

Pero cómo podría haber sido de un modo diferente. Los soldados conscriptos que tenían proximidad con cualquiera de las organizaciones guerrilleras o que, simplemente, no le gustaban a sus jefes, eran los primeros en ser torturados hasta morir. Era muy improbable, entonces, y suicida, que algún soldado pudiera defender a los cautivos o como mínimo desertar para no ser parte de la masacre.
Por eso a esos muchachos, muchos de los que todavía no habían consolidado nada de su vida, a una edad en la que suele estar todo por construir, les quedó ese pecado original, la cobardía nunca del todo justificada interiormente, el saber que participaron del horror sin hacer nada por evitarlo más allá de cualquier justificación por más lógica y razonable que fuera.
¿Qué influencia tuvo ese pasado en tantos miles de jóvenes argentinos? ¿En qué medida esos jóvenes determinaron el presente de sus hijos, muchos de ellos ya adultos y padres a su vez?

Los estragos ocultos que dejó ese pasado, tal vez una de las partes del pasado que más determina algunas zonas esenciales del presente de miles de personas, sigue entre brumas.

martes, 12 de febrero de 2013

El riesgo del poder

Hace tiempo leí que lo peor que le podía pasar a alguien muy importante, como un jefe de estado, por ejemplo, era tener un accidente que requiriera atención especializada. La figura encumbrada debía ser atendida por una figura casi tan importante como él pero en el campo de la medicina, ya que menos sería una vergüenza. Claro que esos médicos de cargos tan altos era probable que se dedicaran a la política más que a la medicina, cuya práctica habría sido abandonada hacía muchos años. Así que ser tratado por uno de esos médicos constituía una condena a muerte. Se decía que la suerte de Ronald Reagan, cuando sufrió el atentado, fue que los hechos habían sucedido muy cerca de un hospital cuya emergencia recibía permanentemente heridos por actos de violencia extrema, con médicos expertos acostumbrados a tratar a diario con palazos, cuchilladas y heridas de bala.

Cuatriciclos
Hace tiempo, también, le pregunté a un policía que me había parado para controlar mis documentos por qué no paraba nunca coches de lujo con vidrios polarizados. No se lo dije de buen modo porque no estaba de humor, pero el policía no se inmutó, me dijo en un tono docente algo desalentado que no valía la pena. Mirá, me dijo, si lo paro, baja la ventanilla y me dicen ¿qué sucede agente? Y me lo dicen con una sonrisita que si pudiera le metería una trompada que no le dejaría un diente sano y que me mandaría directo a la cárcel. Si le pido los documentos pueden pasar dos cosas, que me los muestren siempre con el mismo gestito o que cierren la ventanilla y sigan viaje. Y yo qué puedo hacer, ¿voy a sacar la pistola y les voy a tirar? Si les pongo una multa saben ellos y sé yo que no la van a pagar nunca por lo que no pierdo tiempo ni gasto papel. Así son las cosas. Ellos siguen a ciento ochenta o doscientos kilómetros por hora y yo les deseo un lindo accidente, que se hagan mierda, y a otra cosa mariposa.

En el Partido de la Costa, dos chicos en cuatriciclo chocan, uno, de once años, queda en coma. ¿Pero no era que había que tener dieciséis años como mínimo para conducir vehículos automotores y, en algunos casos, llevar casco? No, parece que en zonas turísticas, sobre todo en las que veranea gente de alto poder adquisitivo, no hace falta. Y las calles se llenan de chicos, a veces de nueve y diez años, manejando vehículos que pueden alcanzar velocidades de hasta ochenta kilómetros por hora.
Aún más, en Mar Azul, donde terminan las urbanizaciones del Partido de la Costa, hay una especie de avenida de arena de unos cincuenta metros de ancho que  corre al borde de una playa que no suele tener más de treinta, y que la separa de la civilización. En esa avenida sólo pueden circular motos, cuatriciclos y vehículos cuatro por cuatro. Es decir, que si uno quiere ir a la playa a pegarse un baño de mar, tiene previamente que cruzar esa vía enloquecida de niños y adultos que disparan a toda velocidad convencidos de que son una especie de Indiana Jones. ¡Y para colmo somos campeones del Dakar en cuatriciclo! No hay Chapulín Colorado que nos pueda defender ahora.

Moto de agua
Pero la cosa no se reduce a los caminos. En las islas del delta del Paraná, en el partido de Tigre, las motos de agua, hechas para llevar como mucho a dos personas, es posible verlas transportar a mamá, papá y hasta tres hijitos instalados como el queso en un sándwich de hamburguesa doble. A veces con salvavidas, a veces no, dado que el espacio no alcanza. Y el que conduce puede ser uno de los chicos. Y todo a la vista de los vigilantes de la Prefectura, encargados de la seguridad en el agua.

Como dice Segismundo en La Vida es Sueño de Calderón de la Barca: qué privilegios tuvieres que yo no gocé jamás.

sábado, 9 de febrero de 2013

Spam hacen los pobres

Bueno para algunos y malo para todos los demás

No nos dejemos engañar. El famoso correo spam pone en un nivel de igualdad a la gran empresa y a la PYME. Y eso no es admisible para los grandes usufructuarios del capitalismo. Entonces realizan campañas moralizadoras para evitar que el pobre usuario, uno, sea víctima de tanto abusador que anda suelto por ahí.
Todos se desgarran las vestiduras y muchos inocentes caen en esta mentira que intenta equiparar a los derechos del consumidor, derechos casi siempre enfrentados con los intereses piratas de los grandes capitales, con las molestias que nos producen los que nos envían un correo electrónico ofreciendo, tal vez, un flete o un desayuno artesanal.


Spam: Correo basura o mensaje basura o mensajes no solicitados, no deseados o de remitente no conocido.

La palabra se conoció referida al correo electrónico. Luego se fue extendiendo a los mensajitos publicitarios que se reciben en los celulares y en los mensajes grabados que se reciben en los teléfonos comunes.

En qué categoría debemos poner a las compañías Claro, Telecom, Personal y otras de telefonía móvil cuando nos envían el aviso de un servicio nuevo o de una oferta, qué debemos decir de los mensajes promoviendo a un partido político que aparecen grabados en nuestra contestadora telefónica, qué decir de los cartelitos publicitarios que aparecen en los rincones de las pantallas televisivas en medio de una película y que si no tapan los subtítulos casi seguro que terminarán tapando alguna parte interesante de la anatomía de la actriz más sexy.

Me dicen: ¡Pero eso es publicidad! Y claro, cuando se trata del pequeño comerciante de al lado de mi casa que promueve un producto se trata de spam, nunca de publicidad.
Y ni hablar de los mensajes que nos envían Hotmail, Yahoo y los vendedores de artículos de lujo de las grandes firmas mundiales. ¿Es o no es spam cuando recibimos una oferta no solicitada de un i-phone? ¿Cómo castiga Apple al distribuidor que cometió tamaña felonía? ¿Y Hewlett Packard? Nunca vi que alguna de las súper empresas castigara al distribuidor que hace spam. Más aún, creo que ni siquiera lo consideran spam ya que, como dije antes, es visto como publicidad.

En realidad, el spam sólo lo hacen el almacenero de mi barrio, el cerrajero, el vendedor de artículos de albañilería o el dueño del bazar, los famosos spammers que hacen spamming para molestarnos, ¡habrase visto! 
Seamos honestos, la verdad es que spam hacen los pobres.

jueves, 7 de febrero de 2013

Criterio propio e independencia de criterio

Criterio propio e Independencia de criterio no son frases totalmente sinónimas. El criterio propio puede ser un criterio heredado, lo único que se pide es que sea el que uno tiene y, al fin de cuentas, todo ser humano lo tiene. En cambio la independencia de criterio dice en forma explícita que el criterio propio, aún cuando suela haber coincidencias, es independiente de los criterios de los demás.

Colegiales estudiando
Pero cómo se construye, entonces, un criterio propio que sea a la vez independiente.
En principio, estimulando la creatividad. Cosa que se suele hacer en los chicos, en una primera etapa, poniéndolos frente a juguetes que los obliguen a representar la realidad en sus cerebritos para, por fin, actuar en ella o inclusive modificarla. El cubo pasa por el agujero cuadrado, la pirámide triangular por el triangular y cubos, pirámides y la estructura que tiene los agujeros pueden ser usados como proyectiles si el chico se siente molesto. Amén de que algunos chicos, a pesar de que no son Borges, pueden vivir en mundos de extrañas categorías donde las pirámides son los más ricas para chupar y los cubos hacen los mejores compañeros cuando hay que sentarse en el water.

Cuándo perdimos la actitud de mirar el mundo para tomar decisiones. Cuándo decidimos dejar que otro piense por uno cediéndole el poder de análisis y, por ende, la posibilidad de mentirnos o usarnos en su provecho.

Lo leí en el diario, lo escuché en la radio, me lo dijo un conocido.

Lo necesario parece ser la capacidad de priorizar los hechos de la realidad sobre cualquier otro indicio predigerido por otros para hacer un modelo de lo que está sucediendo. Y para no ser tan extremista, usar los hechos de la realidad como mínimo para ver si la opinión ajena tiene algún sentido. Nadie debería poder convencernos de que si soltamos una manzana esta se va a ir para arriba en lugar de caer, Newton dixit, para abajo. O que el fin del mundo lo decidieron Nostradamus, un científico maya, un esotérico o un escritor de libros de autoayuda.

Qué sucede con la mayor parte de los chicos que desde una mentalidad a lo Borges que les permite mezclar categorías con una libertad única, los hace convertir la síntesis de sus análisis propios en realidades cuyo únicos objetivos sean el marcar la pertenencia a un grupo social.
Bernard Shaw decía que los chicos son inteligentes hasta los cinco años, después van a la escuela.

Y esa broma hay una verdad fundamental: La escuela modifica la forma en que los chicos piensan y, en consecuencia, en que los adultos son. Y por ese motivo es en la formación de maestros y de programas orientados al pensamiento libre y creativo, y un presupuesto adecuado, que se puede hacer que las personas hagan análisis más realistas del mundo en que viven.

Estudiantes universitarios
Pero claro está, esa escuela es muy peligrosa. En principio y con contadas excepciones sólo en la escuela pública y gratuita se puede avanzar sobre la cultura y la creación de un modo libre y seguro de formación de excelencia distribuido por toda la sociedad. En las escuelas privadas, sobre todo en las confesionales, la educación está claramente orientada a la pertenencia a la religión y al grupo social que corresponde. Tal es así que supe de miembros de alto nivel intelectual del Opus Dei que, impulsado por su misma organización, estudiaban en la Universidad de Buenos Aires porque pretendían ser profesionales de primera categoría cosa que sólo en esa universidad esa calidad era alcanzable, a pesar de que el O. D. tiene centros educativos de todos los niveles.

En concreto, la independencia de criterio y el criterio propio, imprescindibles para producir grandes creadores, sea en el arte como en las ciencias, y como mínimo personas que no sean fácilmente llevadas por las narices por comunicadores sociales que se venden al mejor postor, sólo podrán ser alcanzados por la mayor parte de los ciudadanos y no por contados casos aislados, insisto: si existe una educación pública y gratuita con financiación adecuada que se prolongue durante muchos años. Y si esta no es una condición suficiente, es sin lugar a dudas, necesaria.

martes, 5 de febrero de 2013

La utilidad de la tortura

Estos últimos tiempos se ha venido escuchando comentarios sobre la inutilidad de la tortura. Se manejan datos en muchos medios tanto locales como extranjeros que reflejan una especie de argumento de moda. Se dice que no sirve para obtener información, que la que se consigue es falsa o, con mayor frecuencia, la que el torturador quiere oír. Para confirmar esos criterios se dan una serie de datos estadísticos producidos por los mismos torturadores, cuyos mandatarios no pueden dejar de actuar como tecnócratas actuando más allá de los sentimientos y sólo en función de los resultados.

Por un lado es enternecedor cómo hay muchos periodistas que intentan convencer a las bestias, con argumentos débiles y voluntaristas, de que lo sean un poco menos, pero por otra parte resulta triste y desesperanzador pensar que hay que encontrar una razón de orden estadístico para enfrentar a los que favorecen semejante barbaridad y no el simple reconocimiento de que someter a alguien indefenso a sufrimientos desesperantes está mal, es horroroso y degradante para el que los produce y para la condición humana en su conjunto. Por lo que no se debe hacer.

En realidad el argumento de la utilidad de la tortura, mayor o menor, nunca va a servir por su fundamental falsedad. No se tortura para obtener información, lo que no es más que una excusa o tal vez algún caso marginal, sino como herramienta del terror, como un auténtico acto terrorista. Y el que la ejerce no es sólo un técnico o un justiciero, como se pretende hacer creer, sino un sádico que encuentra placer en lo que hace y que es protegido por todo el sistema que lo constituyó con frases nunca mejor aplicadas y tan a gusto del héroe de la película de guerra cuando, a la vuelta del horror del que tomó parte declara: Era un trabajo sucio pero alguien tenía que hacerlo.
Con esta frase cualquier sádico se convierte automáticamente en un héroe patriota y lírico, un romántico que nunca, ni en el peor de los casos, pierde la mística de su amor por la libertad.

Insisto con este tema, el de la tortura, porque estimo que es una de las expresiones más claras de la decadencia moral de un sistema que pretende, curiosamente, ser el adalid de los comportamientos éticos. En un artículo anterior traté de dar una mirada sobre como los medios intentan justificarla y hacerla aceptable por la sociedad.

domingo, 3 de febrero de 2013

El desconcierto de los héroes

Qué momento complicado para estos personajes, héroes de nuestra época, egocéntricos y vanidosos que quieren ser amados por todos más allá de las ideologías. Los actores menos comprometidos se encuentran frente a una encrucijada.

Amigorena en Magnetto
La derecha no puede aceptar de ninguna manera a un gobierno popular que gane por vía de los votos y que tienda a igualar a las personas ya que la desigualdad está en su ADN. Por más que traten de ocultarlo, porque decirlo en público, salvo que se sea un verdadero troglodita, es inconveniente o, como se dice ahora, políticamente incorrecto, no lo pueden evitar. Reconozcámoslo, la derecha es antidemocrática por naturaleza. Y la elegancia, la buena educación, la bonhomía y el respeto, son atributos que los señores se pueden permitir sólo cuando se sienten ganadores. En caso contrario tienen una mala educación espantosa que se vuelve una manera de establecer la pertenencia y, en consecuencia, la alteridad.

Ricardo Darín
Y entonces qué hacer si se es de derecha o al menos se pretende disfrutar de privilegios que no sean cuestionados si, por necesidades propias de la profesión y por estar sometidos al escrutinio de periodistas exigentes, hay que hacer declaraciones publicas en las que es imposible soslayar el posicionamiento político.
Sería fácil burlarse de estos actores y de sus desconciertos y no veo por qué no hacerlo. Pero también da para un análisis de por qué es tan difícil conseguir una derecha razonable que pueda seducir, aún cuando lo hagan con falsedades, a un pueblo. Por qué no se puede conseguir una oposición dentro del sistema.
La derecha minoritaria y perdidosa se vuelve extremista y al contar con la mayor parte de los medios, exige que se tome partido. Si se insulta, debes insultar, si se miente, debes mentir. Si no lo haces eres un traidor. Conmigo o en mi contra. No hay matices.

Y un pobre actor, un tipo al que sólo le interesa su triunfo personal, su éxito social, su dinero y su fama, se ve frente a un intríngulis que no tiene solución. O que la tiene perdiendo a una parte de sus admiradores, cosa inadmisible y más allá de lo que puede soportar.

Florencia Peña
Y entonces se mueven a dos aguas fracasando en ambas casi siempre. Mike Amigorena fue el primero. Cuando tenía que hacer el papel de la figura más conflictiva de los medios, decidió, después de grabar algunos capítulos, renunciar. Lo hizo dando excusas livianas y evidentes que no escondían para nada su voluntad de no ir contra su eventual empleador o, muy posiblemente, el verdugo de la parte económica más interesante de su carrera. Florencia Peña, poseedora de dos de los pechos más famosos del país, pasa de un lado al otro tratando de mantener la frente en alto. Hasta cuando hace aparecer videos porno develando una intimidad falsa y marketinera se acusa al gobierno de ser el que los hackeó. Cuando el pobre e ingenuo Ricardo Darín se preguntó frente a un periodista de dónde habría salido la fortuna de la presidenta, tuvo que pedir perdón y recibir, a continuación, las acusaciones de mentiroso, de ambas partes, y de traidor incapaz de sostener lo que piensa, de parte de la oposición. Y ahora Pinti, el último de los que hizo hace un tiempo declaraciones contra el gobierno, boca sucia paradigmático del music hall argentino, se llama a silencio porque dice que no es momento de hacer crítica política (*), base de sus monólogos, porque hoy en día se dice cualquier cosa.
Enrique Pinti
Creo que hasta él, Pinti, se escandaliza de las barbaridades que se dicen de la presidenta. Tan grandes que hasta los más brutos, como Miguel Del Sel, bellísima mezcla de actor y político, suelen tener que desdecirse, aunque inventaron la categoría de la investidura presidencial para evitar tener que pedir perdón directamente a la agredida, no sea que lo acusen de traidor. Ahora se pide perdón a la investidura presidencial y santo remedio.

En realidad el oficio de actor siempre fue difícil, pero nunca tan complicado como ahora.

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Nota: video hot, neologismo por video porno cuando lo hace una actriz o actor no netamente pornográfico.
(*) La realidad es que Pinti siempre basó sus monólogos humorísticos  en que la política y los políticos eran una porquería. Ahora que más de la mitad de la sociedad está a favor de la política y de su práctica, se quedó anacrónico y sin tema.