El Blog de Emilio Matei

martes, 5 de febrero de 2013

La utilidad de la tortura

Estos últimos tiempos se ha venido escuchando comentarios sobre la inutilidad de la tortura. Se manejan datos en muchos medios tanto locales como extranjeros que reflejan una especie de argumento de moda. Se dice que no sirve para obtener información, que la que se consigue es falsa o, con mayor frecuencia, la que el torturador quiere oír. Para confirmar esos criterios se dan una serie de datos estadísticos producidos por los mismos torturadores, cuyos mandatarios no pueden dejar de actuar como tecnócratas actuando más allá de los sentimientos y sólo en función de los resultados.

Por un lado es enternecedor cómo hay muchos periodistas que intentan convencer a las bestias, con argumentos débiles y voluntaristas, de que lo sean un poco menos, pero por otra parte resulta triste y desesperanzador pensar que hay que encontrar una razón de orden estadístico para enfrentar a los que favorecen semejante barbaridad y no el simple reconocimiento de que someter a alguien indefenso a sufrimientos desesperantes está mal, es horroroso y degradante para el que los produce y para la condición humana en su conjunto. Por lo que no se debe hacer.

En realidad el argumento de la utilidad de la tortura, mayor o menor, nunca va a servir por su fundamental falsedad. No se tortura para obtener información, lo que no es más que una excusa o tal vez algún caso marginal, sino como herramienta del terror, como un auténtico acto terrorista. Y el que la ejerce no es sólo un técnico o un justiciero, como se pretende hacer creer, sino un sádico que encuentra placer en lo que hace y que es protegido por todo el sistema que lo constituyó con frases nunca mejor aplicadas y tan a gusto del héroe de la película de guerra cuando, a la vuelta del horror del que tomó parte declara: Era un trabajo sucio pero alguien tenía que hacerlo.
Con esta frase cualquier sádico se convierte automáticamente en un héroe patriota y lírico, un romántico que nunca, ni en el peor de los casos, pierde la mística de su amor por la libertad.

Insisto con este tema, el de la tortura, porque estimo que es una de las expresiones más claras de la decadencia moral de un sistema que pretende, curiosamente, ser el adalid de los comportamientos éticos. En un artículo anterior traté de dar una mirada sobre como los medios intentan justificarla y hacerla aceptable por la sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario