El Blog de Emilio Matei

domingo, 5 de mayo de 2013

El arte, las cruzadas de la boludez IV

Arte totalitario 1
Usted puede ser que defienda el derecho de los perritos que nacieron porque no tuvo tiempo para castrar a la perra, o que no haya estado dispuesto a hacerlo, olvidando la cantidad de fauna autóctona a la que está condenando. Usted es probable que no deje matar a ningún animalito obligando al pobre bicho a arrastrar su dolor hasta que la muerte se apiade de él, más de lo que usted se apiadó, pero que esté dispuesta a defender la eutanasia en el caso de los humanos en contra el encarnizamiento médico.  También es posible que usted defienda el aborto y el derecho de la mujer sobre su cuerpo, que camine las calles de su ciudad arrancando las publicidades de los prostíbulos que son pruebas palpables de la trata de personas, que busque desenmascarar pedófilos en la web para avisar a las autoridades, que obligue a aceptar gente con toda clase de discapacidades en todo vehículo, cine, empleos y cuanto espacios haya que puedan segregarlo.
Es posible que usted sea una buena persona, o tal vez un mediocre que busca en las cruzadas boludas y desorientadas una razón para estar viva o para sentirse motivada e importante. En realidad, mientras no joda a los demás, puede usted darse el gusto. Hasta algo bueno puede salir de allí. Por qué no. La cosa se complica cuando logra la sanción de leyes que apoyen sus posiciones y usted exige su cumplimiento en forma literal y sin matices.

Y hecha la ley hecha la represión. La ley suele ser lógica y coherente de un solo modo. El arte, sin embargo, sigue lógicas y coherencias muy diferentes y casi siempre va a chocar contra las leyes. Sobre todo cuando se trata de hablar de comportamientos humanos, que es donde lo bello, lo lindo y lo bueno dejan de ser sinónimos.
El objetivo del arte, mal que les pese a religiosos y positivistas, no es el de enseñar nada. Ni siquiera el dejar de hacerlo. El arte no tiene objetivos más que producir placer en el que lo goza. Y ni siquiera ese objetivo del arte es universal ya que la capacidad de gozar de una obra de arte depende de las culturas y de las épocas. Y ni siquiera eso es una verdad completa. La Gioconda viene siendo gozada casi universalmente desde el siglo XVI. Cómo legislar, entonces, sobre una obra de arte.
Mi posición al respecto no es relativista. Hay algo en el arte que permite, muchas veces, una mirada mucho más clara sobre la realidad que la tecnocrática o científica, sin negar ni menospreciar a estas últimas, cuyas miradas conceptuales, en contraposición a la subjetiva del arte, son indiscutibles.

Arte totalitario 2
Pero volviendo sobre el arte. El arte mira a la vida según la sensibilidad del artista que intenta producir un eco en el espectador. Y algo hay en lo que se dice cuando ese eco se produce. Pero no un eco positivo o negativo, el artista intenta crear algo que contenga una cuota de verdad. Y la verdad incluye al asesino de personas o animales, al pedófilo arrepentido y al que nunca se arrepentirá, al homosexual y al cazador de homosexuales, a la mujer que aborta y que se arruina la vida por no haber aceptado ese hijo y a la que se arruina la vida por aceptar un hijo que no deseaba. Y todas esas personas, y muchas más, claro, terminarán bien o mal según la necesidad de verdad de la obra que el artista esté creando. Carece de sentido hablar de apología del delito en toda obra que hable de acciones o de personajes malignos que terminan bien. ¿Habrá que castigar con dureza a la realidad que permitió que Pinochet, culpable de tanto asesinato y tortura, muera en su cama sin nada ni parecido a un castigo?

Últimamente parece ponerse de moda en ONGs dedicadas a proteger a cualquier cosa, si consiguen que las leyes los apoyen, actuar legalmente contra toda obra de arte que vaya en contra de sus paradigmas sobre lo correcto.
Estos fundamentalistas de lo políticamente correcto, estos verdaderos cruzados de las boludez, no lo son tanto y se vuelven peligrosos si los jueces o las autoridades en general, les prestan oídos.

Estos tipos se pueden convertir en los verdaderos asesinos del arte, como ya sucedió en épocas de realismo socialista o de la estética fascista, a las que se suelen englobar en las llamadas estéticas totalitarias que vuelven una y otra vez. Estos hombres y mujeres, por más boludos y boludas que sean, mesiánicos casi siempre, son peligrosos y enemigos declarados de cualquier artista honesto. Ojo con ellos.

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