El Blog de Emilio Matei

domingo, 6 de agosto de 2017

Criptomonedas, impuestos y evasión

Los impuestos

Sin impuestos nos quedaríamos sin aeropuertos, sin rutas, en síntesis, sin obra pública. Es cierto que en los momentos de crisis la obra pública es la última que deja de realizarse porque interesa a los capitales mafiosos que aprovechan de la corrupción que también florece en ese contexto. Pero al final no queda dinero para nadie. Y a los servicios sociales, en su concepción más amplia, los dejo de lado aquí porque los poderosos no los consideran necesarios, apenas un gasto inútil.
Conviene aclarar que en estos tiempos la riqueza extrema podría resolver el problema de los servicios públicos para algunas pocas personas. ¿A quién interesan las rutas si tiene helicóptero propio? ¿A quién la medicina social si puede llamar a los mejores médicos a su casa y pagarles lo que pidan? Por lo que la reducción de los impuestos condena a la miseria a los mismos de siempre y deja de lado a los poderosos.
La corrupción, la verdadera y no la vociferada por la prensa que sólo responde por estas épocas a los intereses corruptos predominantes, y las mafias, tienen un límite para los negocios. Ese límite es la imposibilidad de seguir retirando huevos de oro de la enflaquecida y macilenta gallina. Al final la máquina infernal de la explotación de las riquezas de un país se detiene por exhaución. En nuestro país, Argentina, eso pasó dos veces. En el 1991 y en el 2001. En los dos casos los bancos confiscaron la totalidad de los depósitos de los ciudadanos. En el ’91 hasta llegaron a cobrar un “interés” por los fondos retirados las cuarenta ocho horas antes de la debacle, que se había vuelto muy previsible e impulsado a los prudentes a retirar sus depósitos.
Y ahora se viene otra igual.
La disyuntiva no es fácil. Si pagamos los impuestos le regalamos nuestro dinero a mafiosos y corruptos, si dejamos de pagar los impuestos condenamos al país a la destrucción y a la mayor parte de la gente a la pobreza extrema.
Entonces, usando del dicho popular con algún pequeño ajuste: las cosas estaban mal y parió la abuela. Aparecieron las criptomonedas. El bitcoin y sus hijuelos.

El bitcoin y las criptomonedas

Es difícil saber todavía si las criptomonedas son una burbuja o si vendrán a establecerse definitivamente. Lo que sí sabemos es que atentan contra el pago de los impuestos y defienden a los que tienen dinero negro. Y esto último no lo digo en sentido enteramente peyorativo. El único dinero que podemos usar fuera de la mira de un estado expoliador es el dinero que se gana y no se declara. Claro que los que bailan en una pata son los narcotraficantes y todos los grandes lavadores de dinero.
Por ahora los estados no se manifestaron directamente respecto a las criptomonedas. Uno puede imaginar que se debe a la tradicional pereza de la burocracia estatal, a que todavía no hay tanto dinero girando por esa vía y a la que la mayor parte de los políticos les conviene que esas monedas existan del mismo modo que aceptan, haciéndose los distraídos ma non troppo, a los paraísos fiscales.

Una analogía no demasiado forzada

Hay ciertas leyes que existen mientras la tecnología o alguna otra herramienta no permitan saltarlas con impunidad.
Hasta hace unos años, lo que en Argentina se llamó “Guía verde”, es decir, una guía telefónica a la que se podía acceder al revés, desde las direcciones de las viviendas y así llegar al teléfono y el nombre del habitante registrado, estuvieron prohibidas en la mayor parte de los países por razones de seguridad de los usuarios de telefonía. Hasta que se digitalizó la guía telefónica y ya fue posible mediante medios informáticos, entrar a los registros por cualquier parámetro; desde el número telefónico hasta la dirección de la vivienda. En Australia sacaron el primer CD que lo permitía. Primero se vendió clandestinamente y fue tan exitoso que al final hubo discos en todos los países y, además, entregado por las mismas telefónicas.
La lucha contra el lavado pone infinidad de barreras al flujo de dinero entre países, llegando en algunos casos a la “doble imposición”, es decir, a que el dinero tenga que pagar impuestos cuando se gana y cuando se usa en otro país, más los gastos bancarios de las transferencias obligatorias. Estos “gastos” se puentean fácilmente mediante las criptomonedas. Por lo que si los estados se oponen a su uso, como en el caso de las guías “verdes”, es probable que terminen por verse obligado a aceptarlos. Salvo que ataquen a las criptomonedas junto al uso libre de internet, cosa no del todo improbable aunque por ahora parece resultar muy difícil.

Lavado, bitcoins y Pymes


Tampoco hay que olvidar que todas las leyes que reprimen el lavado están apuntadas a los usuarios “Pymes” y no a los grandes capitales. Los bancos pagan multas irrisorias, cuando lo hacen, por el lavado. El uso de las criptomonedas “socializa” la evasión a nivel internacional. Alguien comparó, por otros motivos, a la aparición del bitcoin con la invención de la imprenta. La imprenta permitió al conocimiento salir de la iglesia y socializarse. Lo mismo pasaría con el manejo del dinero, saliendo de los bancos y permitiendo su uso libre por las personas de a pie. ¿Pero cómo hace un estado para mantenerse si eso sucede? Por ahora sólo con impuestos regresivos que sólo exprimen a los que menos tienen.

martes, 31 de enero de 2017

La puta buena conciencia mata otra vez


Donald Trump
 ¿Se acuerdan de Malvinas? Todas las buenas conciencias, las nacionalistas, las de izquierda, las de derecha, clamaban por la Argentina que enfrentaba al Imperio. Señoras de beneficencia donaron sus collares, mujeres pobres donaron su oro, y si no lo tenían, al menos compraron un chocolatín y pusieron en su interior una cartita para el soldadito, artistas plásticos donaron sus obras tanto en Argentina como en otros países de Latinoamérica, en solidaridad de la Patria Grande en contra del Imperio, siempre enemigo común. Y todo eso fue a parar a manos de la basura local, a los mismos que los condenaban a la miseria o, directamente, a la muerte.
No se trata de tomar partido por una u otra parte, se trata de no simplificar para no verse obligado a salir corriendo, el rabo entre las piernas, ante una realidad que te hace ver como un estúpido.
Hasta hace muy poco el presidente de Estados Unidos carecía de decisión propia, no era más que un títere en manos de las grandes corporaciones. Hasta hace poco el libre comercio era una trampa que ponían los países poderosos a los más débiles. Pero parece que ahora resulta al revés. El presidente es el verdadero artífice de las políticas de Estados Unidos y el terminar con el libre comercio resulta una maniobra contra los países dependientes.

Muchachos bienintencionados, larguen los panfletos por favor, un poco de espíritu crítico y de mirada sobre la realidad no muerde. 

-¡Qué horror, cómo pueden votar a un tipo así! La culpa es del sistema electoral norteamericano. Menos mal que aquí el sistema es mucho mejor, aquí nunca habría ganado Trump.
(Apócrifo escuchado en Puerto Madero)